domingo, 7 de septiembre de 2008

Maquinas de soñar

Articulo muy interesante desde www.librodenotas.com/guiaparaperplejos:

El mundo es una gran simulación. Rodeadas de estímulos sensoriales, lo que nuestras mentes interpretan como real no es más que una hábil reconstrucción de nuestras neuronas. Somos máquinas de soñar -explica el profesor Rodolfo Llinás— máquinas de soñar que construyen modelos virtuales del mundo real».

El científico colombiano, uno de las voces más prestigiosas en el campo de la neurociencia, ha llegado a la conclusión de que el cerebro es un sistema cerrado y autónomo, capaz de trabajar al margen de los cinco sentidos. «Lo que hay afuera no es necesaria y únicamente lo que los seres humanos vemos» —explica. «En realidad, afuera hay todo un caos lleno de cosas que nuestro cerebro no percibe porque no tiene necesidad de hacerlo para sobrevivir: ondas sonoras, electromagnéticas, átomos, partículas de aire, etc.»

De esta forma, en palabras del científico, la realidad externa no sería siquiera remotamente parecida a la percibida por otros seres vivos, como un perro o una mosca, y aquello que nosotros definimos como “real” no sería más que una especie de “alucinación colectiva estándar” en la que los humanos nos hemos puesto de acuerdo tras miles de años de evolución.

Fallos en Matrix

El “argumento de la simulación” ha vuelto recientemente a la actualidad a raíz de las declaraciones del filósofo de la Universidad de Oxford, Nick Bostrom, quien sostiene la existencia de una probabilidad significativa de que estemos viviendo en una realidad virtual simulada por un supercomputador. Lejos de la especulación pseudocientífica, las reflexiones de Bostrom están firmemente respaldadas por el trabajo de científicos como el astrofísico Martin Rees o el matemático John Barrow, quienes propusieron por primer vez la teoría de que formamos parte de un universo virtual construido por una civilización avanzada.

Por increíble que parezca, otros hallazgos científicos ponen sobre el tapete la inquietante posibilidad de que esa máquina, a la que podríamos denominar “Matrix”, presente fallos a medida que nos alejamos de nuestro planeta. En el año 1988, el astrónomo John Webb estudiaba quasares ubicados a 6 mil millones luz de distancia cuando descubrió que la velocidad de los espectros de la luz era ligeramente menor a lo esperado siguiendo las leyes de la relatividad de Einstein. Este hecho ha sido interpretado por algunos físicos como un resquicio que delataría el juego de simulación: a determinadas distancias, la realidad virtual simulada de nuestro universo dejaría de ser perfecta y se manifestaría por una variación de las constantes físicas.
Siguiendo esta hipótesis, de la misma forma que nosotros hemos sido capaces de recrear universos simulados a nivel computacional, una civilización tecnológicamente más madura que la nuestra podría ser capaz de construir computadoras lo suficientemente poderosas para ejecutar un número astronómico de mentes similares a las humanas.
Dicho extremo —como exponía brillantemente The New York times pondría fin a una cuestión teológica largamente debatida: ¿Por qué permite Dios la existencia de tanto “mal” en el mundo? Por la misma razón por la que existe la posibilidad de incluir variables como plagas o terremotos en los juegos de simulación como el World of Warcraft. La paz es demasiado aburrida para un supuesto “jugador”.

Hipótesis o realidad, lo cierto es que la multinacional Sony tiene registrada una patente para recrear mundos virtuales dentro del cerebro. La técnica, aún no desarrollada, se basaría en la estimulación de las neuronas asociadas a la percepción mediante pulsos de ultrasonido, de manera que la persona sería capaz de percibir como real algo que sólo estaría proyectado en su cerebro.

Y es ahí donde radica la inquietante conclusión expuesta al principio de este artículo por boca del profesor Llinás: estimuladas de la manera adecuada, nuestras neuronas no tendrían ninguna capacidad para distinguir entre una realidad hábilmente simulada y un universo real.