miércoles, 29 de octubre de 2008

Todo tiene el alma que nosotros queramos darle

Es cierto, la vida útil de un ordenador no supera hoy los tres años. Y es que la velocidad a la que avanzan las nuevas tecnologías convierte rápidamente en viejo cualquier aparato. Todos hemos tenido la experiencia de ver pasar ante nuestros ojos un buen número de artilugios (televisores, móviles…) que en poco tiempo se convierten en piezas de museo. La moda también contribuye a acortar la vida de determinados objetos, envejecidos por una industria del gusto que conspira para inyectar en los consumidores el veneno del hastío y de la ansiedad. Desear, comprar, usar y tirar son acciones consecutivas que se encadenan con tal rapidez que a veces ni siquiera nos permiten disfrutar del cada vez más efímero placer de la posesión. ¿Por qué sino en las tiendas de segunda mano pueden encontrarse prendas casi nuevas, algunas incluso con la etiqueta puesta?


A la condición perdurable que caracterizaba a algunas posesiones de nuestros padres -a veces heredadas de los abuelos, que las habían recibido de sus mayores- le sucede ahora el imperio de los objetos-kleenex, tan perecederos como carentes de sentido más allá de su funcionalidad concreta. Y, ¿qué ocurre con aquel componente sentimental de la propiedad, aquella relación de apego que otorgaba a determinadas cosas -un juguete de la infancia, un centenario mueble de familia- un valor añadido, un carácter casi humano? ¿Dónde están aquellos objetos que llevaban prendido el signo de nuestra identidad?


Son clásicos el muñeco de trapo o de peluche que los pequeños abrazan para conciliar el sueño, o un simple trapo como el que acompaña a todas partes al pequeño Linus en las tiras cómicas de Charlie Brown. El psiquiatra Donald Winnicott acuñó a mediados del siglo XX la denominación de «objetos transicionales» para referirse a aquellas cosas materiales en las que los niños concentran el afecto y la confianza. Y los llamó así porque veía en ellos la representación de la seguridad materna cuando la madre está ausente. Son, por tanto, una especie de cordón umbilical que a través de la fantasía crea vínculos firmes entre el sujeto y la realidad. Aunque los niños siguen teniendo sus mascotas o juguetes preferidos que sobreviven a las avalanchas de regalos, cada vez les rinden menos lealtad. La sobreabundancia les incita al cambio. En el mejor de los casos, su relación con ellos es no ya sentimental, sino simplemente emocional: la emoción de la primera sorpresa, del enamoramiento súbito, del goce momentáneo.


Algo semejante ocurre en los adultos, paulatinamente desprendidos de cosas durables, de objetos a los que guardar fidelidad a lo largo de toda la vida o de una etapa importante de ella. Antes se apuraba la existencia de las cosas hasta su último aliento. Curioso que cuanto más crece nuestra esperanza de vida, más se acorta la de los objetos que nos rodean…


Y es que los objetos tienen el alma que nosotros queramos darle. Una piedra, por ejemplo, puede llegar a convertirse en nuestro objeto más preciado si tras ella se encuentra el recuerdo del viaje de nuestra vida. Por el contrario, esa misma piedra podría pasar inadvertida si, en lugar de presidir nuestra mesa de trabajo, yaciera en el suelo de cualquier descampado.


Todos necesitamos depositar en las cosas algo de nuestro yo, confiarles nuestros sueños, dotarlas de significado, reconocernos en ellas. No es materialismo. En el culto a las cosas perdurables hay una espiritualidad que no conoce el comprador inestable y compulsivo, esclavo de las novedades y proclive al hastío. Por el hecho de que las cosas tengan lapsos de vida tan reducidos no hay que deducir que sus dueños sean personas indiferentes a la tentación de lo material. Más bien al revés: los que guardan fidelidad a las cosas duraderas dotan a éstas de un alma que no tienen los objetos sucesivos, volátiles. Y si no mantenemos con ellos vínculos mínimamente estables, ¿seremos capaces de mantenerlos con nuestros semejantes, con nuestros principios, con nuestras ideas…?

lunes, 6 de octubre de 2008