miércoles, 21 de mayo de 2008

La matemática del amor.

En nuestro inexplicable afán por interpretar todo lo que nos rodea existen creencias que se han ido tejiendo en el tiempo, que nadie desmiente, y que pasan de generación en generación transformándose en una realidad. Cuestiones que si las analizas en profundidad resultan verdaderamente insólitas.

Algunas de ellas tiene aún un futuro incierto: la mezcla de coca cola y peta-zetas produce un estado de shock, Marilyn Manson es Paul el amigo del protagonista de Aquellos Maravillosos Años, o si la tinta de los billetes de Euro se borra con el simple contacto con la piel y en menos de diez años no serán más que papel cebolla. El tiempo dirá… Pero hay otras que han superado el paso de las modas y los años y que ya forman parte de nuestra cultura, como el mito de la “media naranja”.

En la mitología griega el andrógino era un ser compuesto tanto por órganos genitales femeninos como por masculinos. Esta duplicidad de sexos tornaba a esta criatura tan poderosa, que Zeus mandó un rayo que la partió en dos. Desde entonces cada mitad busca desesperadamente a su otra mitad perdida y cuando la encuentra la estrecha en un abrazo que durará toda la vida, (hasta que ambos mueran de hambre decían los griegos…). ¿Cómo puede ser que ideas que comenzaron a gestarse hace 2.500 años influyan aún en nuestra manera contemporánea de amar?. La peculiar matemática del amor de la “media naranja” pretende hacernos creer que para formar una pareja se necesita el encuentro fortuito de dos seres humanos partidos por la mitad. Nos consideramos a nosotros mismos la mitad de algo y buscamos a alguien que cierre ese círculo y nos lleve a la felicidad. Nos hace suponer que la solución a nuestros problemas y desarrollo está fuera de nosotros, en otra persona que nos hará completos. Quizás es por esto que mucha gente se une simplemente para no estar sola, intentando así solucionar sus propios problemas de inseguridad más que disfrutar de la otra persona. Eludimos así nuestra responsabilidad poniendo nuestro bienestar en manos del otro…

La soledad es una faceta de la condición humana que debemos conquistar y aceptar. Cuando aprendemos a estar solos exploramos nuestra individualidad, aceptamos nuestras problemáticas, y asumimos que nuestro bienestar depende principalmente de nosotros. Es entonces cuando somos autónomos y podemos unirnos a otros libremente y sin depender de ellos. Porque, ¿cuando dos individuos incompletos se juntan forman algo completo o por el contrario aumentan esta condición de no completos?... Los miembros de una pareja se unen para completarse y desarrollarse cada uno a sí mismo y por sí mismo y para ello utilizan entre otras cosas y de manera principal la unión y relación con su pareja. Pero no se completan sumándose, no se trata de fusionarse con el otro sino de caminar en paralelo, uno al lado del otro.

¡ Así que comencemos a considerarnos “naranjas completas”, aún con todas nuestras posibles imperfecciones y debilidades!

1 comentario:

Anónimo dijo...

hola m ha encantado esto, m recuerda a una frase de Jhon Lennon q dice:"Nos hicieron creer que cada uno de nosotros
es la mitad de una naranja,y que la vida sólo tiene sentido
cuando encontramos la otra mitad.
No nos contaron que ya nacemos enteros,
que nadie en nuestra vida merece
cargar en las espaldas
la responsabilidad de completarlo que nos falta."
Con tu permiso voy a referenciar lo q escribes