lunes, 2 de junio de 2008

La visión del enamorado, mirada entusiasta.

“¿Por qué se ha de considerar como decisivo el punto de vista del indiferente y no el del enamorado?. Tal vez la visión amorosa es más aguda que la del tibio. Tal vez hay en todo objeto calidades y valores que sólo se revelan ante una mirada entusiasta.”. Ortega y Gasset, “Las Atlántidas”.

La ciencia atribuye la capacidad de enamorarse a complejas reacciones químicas que tienen lugar en el cerebro. Éste movido por las emociones, produce unas sustancias químicas llamadas hormonas endógenas, que hacen que la persona eleve su autoestima, experimente sensación de euforia, se sienta animada, alegre y vigorosa. Si hay abundancia de estas “drogas naturales de la felicidad” hay inteligencia emocional e interpersonal. La persona se siente ubicada, sabe quién es, a dónde va, controla sus emociones, conoce sus habilidades, sus talentos y se siente dueña de sí misma.

En un reciente trabajo de unos investigadores de la Universidad College de Londres, y tras captar multitud de imágenes de cerebros enamorados, comprobaron que ante la visión del ser amado se activan determinadas zonas del cerebro, (entre ellas el córtex que curiosamente también responde al estímulo de drogas sintéticas), produciendo sensaciones de euforia. Pero lo sorprendente del nuevo estudio es que además, las áreas encargadas de realizar juicios sociales, y por tanto de someter al prójimo a valoración, se inactivaban. No creo que esto signifique que nos volvamos “ciegos" ante nuestro amor, sino todo lo contrario. Quizá sea en estos casos en los que al bajar la guardia, el amor como un pequeño mago nos ayuda a descubrir los tesoros que todos tenemos escondidos… Es entonces una luz que recogemos para enfocarla sobre una persona o una cosa, es un viaje hacia lo íntimo, es el afán de abandonar la periferia del ser amado que se ofrece por igual a todo el mundo y apoderarse de su intimidad latente, secreta… Así que, ¿por qué no mirar a la vida desde el punto de visita del entusiasta o enamorado?...

Si el optimismo significa creer que algo favorable va a ocurrir, incluso anhelar que esto ocurra, ver el lado positivo de las cosas, tener una postura amable ante los hechos que ocurren. El entusiasmo en cambio es acción y transformación, es la reconciliación entre uno mismo y los hechos. Es creer en nuestra capacidad de transformar las cosas, en nosotros mismos, en los demás, en la fuerza que todos tenemos para transformar el mundo y nuestra propia realidad… Es vocación y devoción por lo que se hace, es entender a otros desde la fuerza que da el creer en nosotros mismos, es mirarse en otro y encontrarse en él y en ti, es potenciar y potenciarse, abrirse y no renunciarse, amar y amarse.... No hay que quedarse esperando a que las condiciones mejoren, que llegue el éxito, que mejore nuestro trabajo. El secreto está dentro de nosotros y no consiste simplemente en pensar que las cosas pueden salir bien, sino en creer que somos capaces de hacerlas bien.

Sentirnos felices es una cuestión de actitud hacia la vida: las “drogas de la felicidad” no se consiguen en el exterior, sino que las creamos mediante una vida llena de amor, entrega y entusiasmo. Debemos amar y disfrutar apasionadamente lo que hacemos. Tener relaciones con personas que nos motivan y enriquecen nuestra fuerza vital.

Debemos dejar de un lado toda negatividad, escepticismo e incredulidad, y ser entusiastas con la vida, con quienes nos rodean y con uno mismo.


Morir es seguro, vivir es lo incierto… Así que hay que vivirse chicos!. Y, es que quizás todo iba mejor cuando besábamos más y pensábamos menos…

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